Murialdo Chicaiza

TORMENTA

El viento se agita en el embravecido mar
como un viejo dios con ira y celo:
se avecina tormenta en la misteriosa noche.
Ella está triste con su vestido negro
¿una pena de amor lacera su alma?.
Su tormenta interna debe ser tan fuerte
que no sabe que afuera el viento gime,
arrastra aves nocturnas y asustadas.
Ha empezado a llover
y ella no siente la húmeda brisa marina,
que golpea su rostro blanquísimo
de fantasma de carne y sal.
¡Debe estar muerta!
No veo ninguna señal de vida
nada se mueve en su cuerpo dolido
salvo su vestido plisado
de seda o de satín negro
y sus rojos cabellos de sangre derramada
sobre el altar de la fría noche.
De pronto, una carabela fantasma
parece salir de las aguas agitadas
girando al vaivén de las encrespadas olas.
Parece que oigo unos largos lamentos marinos
acaso las quejas de sirenas en agonía
no sé si es una visión de muerte o lo imagino.
Ella solo mira desde lo alto del acantilado
presiento que sabe, que más allá,
desde esta dimensión que me pertenece
otro fantasma la mira y narra con espanto
¿Soy yo el fantasma o todo es un delirante sueño?