Podría volver sobre mis pasos
y recorrer, de vuelta,
este camino en que me encuentro,
para llegar, de nuevo,
hasta tu lecho.
Podría llamar a tu ventana
y despertarte, hacerte levantar
y abrir tu puerta a mi persona,
para luego, con tus ojos soñolientos,
preguntarme qué quería.
Podría mirarte y saludarte,
acercarme hasta tu lado,
y buscar en tus pupilas esa llama
vacilante, y tan sencilla,
que destila el santuario
de tus ojos.
Aunque también podría continuar
por el camino que ahora llevo,
seguir sin acordarme de tu casa,
y olvidar que un día nos miramos,
nos amamos y besamos.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/08/18