Cautivo soy de un canto de sirena,
preso en la cárcel de su piel de roca;
quisiera un beso de su dulce boca
aunque me mata, ciega y envenena.
Testigo de mi amor, la luna llena
tiñe de plata el mar que me sofoca,
se borra la ilusión de mi alma loca
cuan náufrago perdido entre la arena.
Enloquecido y ciego soy, lo admito,
tu resplandor me cubre el pensamiento,
tesoro hermoso y a la vez maldito.
Intento adivinar si el firmamento,
acojerá mi cuerpo ya marchito
como un suspiro débil en el viento.