En el silencio de la noche,
en el murmullo de los sueños,
en la infinita penumbra
del umbral de nuestra mente,
el alma descansa.
Eternamente libre,
eternamente blanca,
desconsolada y triste,
desnuda y olvidada.
Llorando su amargura,
su tibia voz callada,
su leve letanía
de sombra desdichada.
Su cielo es mi alegría,
su grito la esperanza
de mi agotada vida,
de mi tristeza amarga.