Escritor mediocre

La Muerte de un muerto

Embriagado por el licor de las ratas de la indiferencia

Qué ignoran mi lamento de niño viejo,

Mi habitación y su cruel hedor transmiten viejas poesías

De tiempos junto a prostitutas qué un día cobijaron mis sueños

 

La puerta del cielo está cerrada, el vuelo no fue tan alto.

Veo las grietas y  la choza mortecina que atrapa mis gritos

De desesperación, no alcanza el sol a iluminar mi decadencia humana;

Pues no queda carne sobre mí ser.

 

La disyuntiva de elegir mi muerte es cada día más innecesaria,

El suplicio golpeó fuerte y el aposento me recogió hambriento;

Soy comida para los gusanos y excremento para los perros  

Qué orinan sobre lo que queda de mí.

 

Fríos ojos observan mi final, como si fuese un espectáculo

Teatral. Quizá la vida es una muerte sin igual o el bello deleite

De la individualidad  egoísta, como la caridad, ¿Es preciso leer este escrito en el

Tormento de un lamento? ¿Sentir el tibio aroma de los muertos?

 

Embriagado por el licor de las ratas de la indiferencia, cada día soy una más de ellas.