alupego (Ángel L. Pérez)

VERDES Y MADURAS

 

Como la fruta madura,
se descuelga de la rama.
Así el árbol de la vida,
va desprendiendo las almas.
Caen la hojas amarillas.
Mientras cree la semilla,
tornando a verde sin pausa.

El dolor es pasajero.
Pasajero en un furgón,
donde viajan las desdichas.
Rodando por el camino,
de festones adornado.
Va buscando su destino,
de hándicaps tachonado.

El tallo crece orgulloso,
elevando su estatura.
Mientras el capullo nace,
de la savia que le riega.
Y como una criatura.
Bellos colores renacen,
en las manos extendidas.

En las montañas perdidas.
En sus rocosas entrañas.
En frenética carrera.
Entre guijarros y tierra,
las raíces se deslizan,
sinuosas y atrevidas.
Cual febril enredadera.

El color de la ilusión,
va cambiando como el viento.
A veces fiero y traidor,
otras sigiloso y tierno.
Como el verso cuando crece.
Menguando cuando es perverso.
Calidoscopio de amor.

Tenaz la vida se afana,
en crecer para menguar.
Sembrando la libertad,
en lugares donde reina,
la total oscuridad.
Temblores que el miedo jala,
con total impunidad.

Sueña el Hombre en alcanzar,
las más elevadas cumbres.
Y se olvida de los valles,
donde es más fácil andar.
En la pesada mochila,
de alegrías y pesadumbres.
Se encuentra la realidad.

De verde visten los campos,
cuando el amor se abre paso.
Cada aliento es un regalo.
Cada pálpito el valor,
para seguir caminando.
A.L.
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