mariano7777

ENCUENTRO

ENCUENTRO EN LA LAGUNA

Sentado el gaucho a la intemperie de la historia, en el recado, con la parsimonia de una esfinge milenaria de la Pampa y con la mística paciencia que dan los tiempos y las interminables distancias, está armando su cigarro con atención, casi como en un acto de profunda unción religiosa y como un sacerdote supremo, mientras bebe el caballo en la laguna sin prisa alguna.
No alienta la inmensidad de la llanura al apuro, y la tremenda soledad convierte en una ceremonia divina al hecho intrascendente.
El agua apenas cubre el corvejón de su caballo overo.
Está muy pasado frontera adentro, muy lejos de su rancho y por ahora a salvo de la prisión y del fortín.
Entre los juncos y pajonales altos la vegetación virgen de la Pampa casi supera la línea de visión de ese intruso en su propia tierra huyendo hacia delante.
En el interior del criollo tiembla una intuición, una sombra misteriosa lo alerta, siente algo extraño y lo inquieta una enigmática presencia...
De pronto erguido entre la vegetación del agua descubre al indio pampa como una aparición fantástica, como una irreal estatua de bronce que lo está mirando, con el mismo desconcierto que él lo mira.
La sorpresa los paraliza y por el estupor quedan mudos; deberían estar muy lejos uno del otro. Los hombres mas cercanos por ley probable están muy distantes en el abismo del desierto.
Pero el destino no previene de sus designios y no juega con los naipes boca arriba, mas bien llega con la taba cargada y la arroja cuando menos se la está esperando.
Allí se encuentran sin imaginarlo aquellos dos hombres, que por voluntad de otros hombres, sin tener razones para desearlo, están designados para pelear y enfrentarse. Aquí están para matarse, según invento de historia bien pensada y calculada.
Los ojos del gaucho y del indio se enfrentan largo rato callados, solos en la inmensidad de la pradera.
Ambos saben que deben decidir sobre la vida o la muerte y que un solo instante hace la diferencia.
Y el coraje, la experiencia y el instinto...¡Deben disponer!.
Los músculos del guerrero pampa se tensan como cables de acero, los pómulos están en gesto de alerta, el aliento se agita y sus ojos se achican.
Gaucho y pampa se están mirando...Y en un instante mágico...Quedan unidos sin palabras por una ley fraternal, desconocida y negada por los hombres, pero escrita en el cielo y en el alma.
Hay en ese momento que nadie vio...Temblor de los hombres...Temblor de las almas...Temblor de Dios y tal vez profunda aprobación del movedizo cogote del búho con su hermética sabiduría.
Ya hubo mucha matanza y miedo, y fue mucha la sangre y la lágrima.
Comprenden que no son el enemigo, y que son extranjeros de la historia.
Y ambos en un hecho de inmensidad reniegan de matarse y la luz de una extraña fuerza los llena de un amor fraterno que se impone a todas las oscuras enseñanzas.
Talonearon a los caballos, y cada uno hacia su rumbo y hacia su destino emprendieron su viaje hacia la nada y en este mundo nunca volverian a encontrarse, pero quedaron unidos por el alma y sin haber pronunciado palabra.
Jamás olvidaran el gaucho y el indio su encuentro en la laguna y tiemblan de angustia cuando piensan que la pampa no es su patria y que los destinaron a enfrentarse hasta que lleguen a matarse.

Tiene el indio en esta tierra veinte generaciones que lo contemplan.
Y conoce al pájaro, al pez, al puma y a la nube.
Sabe donde pone los huevos el tero y adivina a la cigüeña entre la vegetación agreste que la protege de los cimarrones y del zorro.
Le gustan los colores del carancho y aprecia la belleza de sus cimbreantes cogotes que se menean y giran.
Admira el planear de los buitres silenciosos y sabe que llegará el alboroto a la hora de la canción de la gula.
Pronostica las tormentas y la calma bienhechora porque es hermano de la naturaleza.
Con el caballo habla y es su amigo y tal cual un centauro son una misma cosa el que galopa y el que lo monta.

Sabiendo, el gaucho, que será muy corto su camino, tiene por consuelo pensar en cosas bellas y elevar los ojos al cielo cuando está celeste o tiene estrellas.
Y siendo el criollo en su tragedia, tierno y simpático personaje, es como un capullo del paisaje.
Llorón y conmovido tiene alma de poeta, de cantor y de payador dolorido.
En su cabalgar evoca las trenzas renegridas de la dulce china que lo espera en el rancho de la lejanía.
Le canta con amor verdadero, al Sol y a la Luna...A las flores, al hornero y al jilguero.
Todo cuenta para las cuerdas de la guitarra, la luz de las estrellas y el canto de la cigarra.
La canción del viento pampero y el pelaje del overo.
En las mañanas sin brisa, enamorado de la dulzura, beben sus ojos desde el galope de su montura la pureza y la blancura de las margaritas y de las nubes.
Y no olvida teniendo como techo el cielo, viejos amores de cantos y serenatas.
Y como gaucho y poeta es su desvelo el recuerdo de la primera china y de su beso...
...Cuando montaba en pelo, porque no eran baratas las pilchas del apero.
Guarda el gaucho un sentimiento bueno y muy profundo sobre el pampa con el que se enfrentaron sus ojos, súbitamente aquel día único en aquella laguna.

Y siempre narraban esta historia entre los suyos, antes de perderse para siempre en los pliegues del destino.
Y permanece en el alma y en la imaginación de la tierra el recuerdo legendario del encuentro del pampa y del gaucho en la laguna.
...Cuando el agua apenas tapaba el corvejón de los caballos y la vegetación ocultaba la visión.
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