Siento en tu mirada
una infinita tristeza.
La mantienes lejana, distante.
Es inexpresiva,
inexplicablemente absorta...
¿En qué, por qué...?
Vuelves a mirarme,
y noto que tu mirada
es como si me acusaras.
Quiero ser honesto.
Contigo debo serlo.
De lo contrario, no podría vivir en paz.
Escúchame... no, por favor,
no te alejes, no me temas.
Reconozco que no he estado
bien contigo.
Últimamente no me siento
con deseos ni
de herirte ni lastimar
con mis palabras.
Pero lo he hecho,
sin darme cuenta
en su momento.
Lo reconozco,
y te pido perdón.
No sé exactamente
qué es lo que me pasa.
Tal vez... influya
en mi comportamiento,
ésta, tu lejanía...
La que no quieres aceptar,
pero así es.
Reconozco éste,
mi carácter \"fuerte\",
como tú dices,
pero pienso que tú también
debieras reconocer lo que te digo:
Estás lejana, como ausente
de mi vida.
Y la verdad es que
eso me pone mal.
Te he invitado al diálogo,
y me has rechazado.
Que lo hagas, me duele,
me entristece, ¿a ti no...?
Entonces, no me temas,
no te alejes, porque si tú
eres una mujer sensible,
soy yo un hombre con sensibilidad...
En los seres que nos amamos,
el diálogo es muy importante.
No ocultes sentimientos,
no me hagas sentirte
como una extraña.
¡Mi corazón tiene tanto para darte!
¿Por qué muchas veces
me comporto como
un ser cruel, sin serlo?
¿Es que no has comprendido
que te amo?
¿Debo seguir diciéndotelo,
o realmente me merezco
esta actitud tuya de ignorarme?
Por momentos siento deseos,
te enojarás, lo sé.
Pero debo decirlo, no puedo callar...
Siento deseos de partir muy lejos.
Siento... que no estoy bien.
¿Pero cómo tomar esta decisión,
si más lejana estarás de mí...?
Por favor, no me temas.
Mírame... así, a los ojos...
¿Supones te estoy mintiendo, diciéndote
lo que mi alma no siente?
Él lo sabe, lo acepta,
me alienta, me comprende...
Oh Jesús... tú sí me comprendes.
Quiero que tú también
comprendas cuánto amor
existe en todo mi ser...
Por ti, amada... compréndeme...
No me temas...
El amor que antes sentías,
trata de sentirlo también ahora,
porque... ¡te necesito, tanto...
que sólo Jesús lo sabe...!
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Hugo Emilio Ocanto
23-06-2014