Los diamantes de tu faz, encandilados.
Me deslumbran al mirarlos fijamente.
Con el roce de tu alma cálida
que a la mía siempre reconoce
y hoy se adhiere.
A bordo de este barco de esperanza,
mecido por las olas suavemente.
Te digo que contigo aquí a mi lado.
No hay ola, ni tormenta, ni pasado.
Que evite que tus ojos yo contemple.