alupego (Ángel L. Pérez)

LA VIDA NO TIENE NOMBRE

 

Estiró el cuerpo la mar.
Y su líquida estatura,
declaró su inmensidad,
inundando de verdad,
su generosa estructura.
La mágica realidad,
del fondo de sus entrañas.
Imaginó la aventura,
que nadaba entre sus aguas.

El calor se hizo de hielo,
cuando en el fondo del sueño,
se congeló su pasado.
Se quebraron los recuerdos,
como cristales de espejo.
Cada brillante pedazo,
de su dolor se hizo eco.
Y una etérea fantasía,
se apodero de su sueño.
Deshojada de las notas,
que escribieron el misterio.

Navega el viejo velero.
Con los mástiles gastados,
de la furia de los vientos.
Viejo navío, viejos sueños.
Enamorados del casco,
que anhelaba los secretos.
De singladuras repletas,
de tesoros y de retos.
El corazón medio loco,
ansiando ver nuevos puertos.
La vieja sabia mirada,
perdida entre los recuerdos.

Brama la Tierra orgullosa,
del poder que la soporta.
Ensanchando sus pulmones,
con el fuego de sus bocas.
Equilibrando su cuerpo,
que constante se transforma.
De sus entrañas consciente.
De fuego mares y rocas.
Milenarios son los años,
que su esqueleto soporta.

Ruge la sangre en la venas.
Que procelosa apresura,
la corriente que la lleva.
La vida lleva en su vientre.
Roja vestida su esencia.
Al ritmo de sus latidos,
parpadea su presencia.
En su devenir constante,
el tiempo va haciendo mella.
Y los vientos que la azotan,
van diezmando sus defensas.

La vida no tiene nombre.
Porque la vida es esencia.
A.L.
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