Nueve veces bañarnos
en los nueve meandros de la Estigia,
hundiendo los talones tras los desnudos cuerpos
para no ser como Aquiles,
propensos al flechazo sorpresivo
o frutos inmaduros de la guerra,
que nunca propiciamos y tanto aborrecemos.
Pronto, vayamos al unísono
hasta el fondo del agua generosa
que puede invulnerarnos de la muerte;
no dejemos para tarde
este pacto de amor que nos convoca.
Bañémonos, amiga, y no preguntes
por el fuego intangible que nos une,
nos abrasa, deslumbra y eterniza.