A. Martinez

Sobre mis ojos.

 

Ella devolvió a mis manos
el grito de adolescencia, ese,
que fue perdiendo filo
detrás mio rozando contra
el camino, que apuraba su trazo.

 

Es sencillamente una mujer
hermosa, pasando sobre
mis ojos, alivando,
el desconfiar de la piel,
la sequedad de los besos.

 

Su cuerpo canta como ella,
entre mis brazos,
se desnudó de formas,
dejando solamente
la dulzura, como inamovible
puntal a la sonrisa.

 

No busca ser eterna, no,
ni anda persiguiendo
vuelos de pájaros errantes,
prefiere la ola y la caracola,
la arena tibia bajo los pies
liberados y desnudos.

 

Sobre mi pecho vuelve,
la flor que habita en su boca,
se entrega entera para mi boca,
y todo es gozo, amor sin nombre,
nudos de tiempo que nos
albergan y esconden.

 


Eduardo A. Bello Martínez
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