Por la luna de sus ojos buscaba,
en la transparente mirada,
pruebas de su resplandor.
Escudriñando aposentos,
desempolvaba sillas, retablos
y otros objetos de la imaginación,
volviéndoles la primitiva tersura.
Investigaba los demás recovecos
de las habitaciones, con su ermitaña luz.
En lo más íntimo de la recámara
descubría la belleza tan duramente buscada.
Pavorosa felicidad, fulgurante abismo,
locura que efervescía en su alma.