A. Martinez

Como un cuento.

 

Ella,
le regalaba la magia
que habitaba
en sus ojos,
el,
transformaba
las miradas
en palabras.

 

Juntos,
se ocultaban
de la tarde
silenciosamente,
pretendían
de cada minuto
hacer una plaza,
de esas con flores
y bancos de madera,
donde dejar correr,
la criatura con alas
que les ardía
por dentro.

 

Inventaban
un tiempo de ellos,
horas que no fueran
una distorsión
del espacio,
sino,
una reconstrucción
de si mismos,
lejos del
ruido denso,
más altos
y más livianos.

 

Eduardo A. Bello Martínez
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