Enredadas telarañas,
manos negras con falanges ya tétricas
de muerte sin causa,
acarician el recuerdo difuso
del azul claro de tus ojos
borrados ya,
en los entresueños de mi almohada.
Ya nada queda.
Yo quisiera morir como tú has muerto
sin relámpagos de gloria,
sin la luz de tu memoria.
sin la explicación de tus besos,
muérdagos
sin ternura y sin amor.
Sólo el alba me entiende
abrazándome
con luces brillantes que ofuscan
las flores cerradas
en capullos pálidos y resecos
enterrados y deshechos
de tu perverso y falso amor.
Este frío de huesos
es tan grande,
que aún el esplendor
de esta incipiente primavera
no perdona
sólo amaga,
sólo esquiva.
Primavera sin colores que remedan
hasta este mismo aire
poco respirable y denso,
que impuro dejaste,
en el vendaje siniestro,
de aquellas, tus pupilas
que destilaban otrora,
ardiente fuego.
Siento frío, gélido y helado, frío:
sinónimo sin rítmo ni compás, de Olvido,
que bulle
en el oleaje balbuceante
de palabras y promesas destruidas
en esta marea borrascosa
de las dudas miserables y la memoria vieja
de mi inexplicable existencia...
(de la memoria vieja
de tu ausencia sin olvido).