Vi en cámara lenta mi destrucción,
y no hice nada por detenerla,
porque en realidad no había mucho que hacer.
Nada, excepto quizás, pedirte por todo lo que quisieras,
entre lo que definitivamente no entraba yo,
que te detuvieras.
Te vi,
te escuché,
maldición, podría jurar que sentí en mi piel
el momento en el que tus labios tocaron,
sin reparar nunca en los míos, los suyos.
Tu saliva, mezclada con la mía y la suya.
Tu cuerpo, que juraste me pertenecía,
siendo entregado para adoración de alguien más.
Te lloré, deseando primero que el tiempo
volviera al instante justo de tu traición,
para hacerte entrar en razón .
Luego me lloré a mí, deseando entonces que el tiempo
volviera al instante justo en el que
de tu boca salió el primer \"Hola\",
para yo darte mi último \"Adiós\".
Lastimar así no es un error,
es una decisión consciente.
No te equivocaste,
yo sí.