Max Hernandez

Viento y arena

 

El sol inclemente golpea tu rostro,

Que, aunque sereno, muestra tu sufrimiento.

Mil aguijones punzantes lasceran tus ojos,

Pero ni ese dolor hace que bajes la guardia.  

 

Un turbante mal atado cubre tu cabeza.

A un costado brinca un sable plateado.

Al otro lado, en su funda, con seis balas,

Un revolver se ajusta a tu muslo ensangrentado.  

 

Llevas las bridas con ambas manos,

Y el sol parece que ya se está poniendo,

Pero aún te quedan algunas horas del día

Para lograr tu propósito, llegar a tu meta.  

 

Tu dócil potro vuela sobre las arenas,

Cual barco alado embrujado,

Se han fundido en uno solo, jinete y caballo

Y no sienten ni dolor, ni sed, ni cansancio.  

 

«Espere mi princesa, espere que voy llegando,

nuestro buen y sabio Dios no permitirá

Que la lastimen esos legionarios endemoniados,

Resista mi princesa, que Dios me está guiando...»  

 

«Llegaron como ladrones, de noche atacaron,

Mataron a mujeres, niños y ancianos.

No estábamos en casa, fuimos al campo

A esperarlos... Nos engañaron!»  

 

«Y ahora, te secuestraron a ti y a tu padre amado

Y nos dejaron un cruel recado: manos y pies

Cercenados, y un mensaje: no nos sigan

Si quieren que vivan sus reyes amados...»  

 

«Resista mi princesa, que ya voy llegando»

Mas que una oración, es una plegaria

A todos sus dioses y santos, quiere llegar,

Quiere que su esfuerzo no sea en vano...  

 

A lo lejos al fin logra divisar se destino,

Ese objetivo anhelado: bayonetas relucientes,

Un escuadrón correctamente uniformado

Y, a todas vistas, duro y disciplinado...  

 

— ¿Que pasa allá? Pregunta el jefe de los soldados

— Parece un loco con un caballo desbocado.

¡Momento!. Tiene un revolver en su mano, y

¡Nos está apuntando! ¡A formar! ¡Maten al desgraciado!  

 

Como siguiendo un mecanismo mágico

La tropa toma una posición de defensa, 

Y  alista la descarga de sus fusiles.

Sólo espera la orden del oficial al mando.  

 

Sonríe. Ya los tiene a tiro, el noble corcel

Parece entender a su amo, y ya no trota

Ya no galopa, ya no corre...

Simplemente va volando,

Y la adrenalina acelera más aun su paso.  

 

Un sólo disparo del revolver, pero ni uno solo de los soldados

Es lastimado, la bala pasa silbando

Y la tropa, ni se ha inmutado. Pero él sonríe,

Y desenvaina se reluciente sable, y un grito

Desde lo más profundo de su alma, se ha liberado...  

 

— ¡Fuego!  

 

Una lluvia de plomo y pólvora oscurece el desierto

El rugir de los fusiles se confunde con el grito desgarrado

(\"Cuanta valentía\" Alcanza a pensar uno de los soldados

Al ver que el muro de humo es atravezado

Por una visión fantasmagórica de un caballo volador

Guiado por un demonio con su sable en la mano)  

 

— ¡Fuego!  

 

La segunda descarga da de lleno en el caballo

Que, con la inercia del empuje, cae sobre los soldados

El sable enfurecido corta carnes, desgarra brazos

Y el atacante cae de bruces, con una sonrisa en los labios...  

 

« Lo he logrado, ya eres libre mi princesa»

Es su último pensamiento, antes de cerrar los ojos

Y mirar a los ojos del oficial de los legionarios,

Quien recién se ha percatado del hilo de sangre

Que brota desde su costado, y que se le va el alma

Sin poder pedir perdón por sus pecados.  

 

A la distancia, una horda presurosa de jinetes bien armados

Todos vestidos de riguroso luto, por los muertos recién enterrados,

Apenas pudo seguirle el paso al bravo jinete enamorado,

Que los guió hasta el lugar donde tenían a los secuestrados...  

 

Las arenas y el sol abrasador borraron las huellas.

El tiempo olvidó a los héroes y los cantos apasionados.

Pero una princesa guardó para siempre en su memoria

La valentía y la entrega de su príncipe guerrero enamorado.