Alberto Escobar

Balsa

 

Náufrago que sobrepujas al mar
porque sabes de tu muerte.
El mar no lo sabe.

 

 

 

 

 

 


Balsa que apenas soportas mi levedad.
Balsa que remontas el embate de las
olas azules de coraje.
Balsa que gritas silente piedad, que
resistes el pulso incoloro de un puño.
Balsa que lloras esperanza, que sueñas
un eterno beso de arena.

A lo cerca se vislumbra una quimera.
Una cabaña de blanca espuma se
divisa al rojo poniente del horizonte.
Te pido, balsa mía, que me lleves a
acariciar la lechosa cal que enjalbega
sus paredes.
Te imploro, si vale prosternado, que
encalles contra la orilla tu mascarón
de plata.
Te suplico que la saliva que de miel
derraman mis labios embarre la sal
que endurece mi falta de fe.

Sé, atribulada balsa, que sobre el mar
apenas llegas a pluma contra borrasca.
Sé, de cierto, que el substrato rabioso
que de lecho ejerce ignora lo notorio.
Sé, hasta decir basta, que tu fuerza se
resume en un pestañear de ojos frente
a un universo sin minutero.

En fin cara balsa, sé muerte anunciada
cuando testigo sea esta playa.