Erótica efervescencia
Es usted la mujer que siempre quise y siempre volvería a querer, se que cuando el sentimiento borbotea de amor, hierve y desabrocha el corazón.
Cuando imagino escuchar su voz mi mente conecta, pero cuando escucho su alma mi corazon siente, mi vida se compone de momentos y mis mejores momentos son solamente suyos.
La peor tortura de un hombre es conocer sus placeres y usted los conoce todos, una llama que ni siquiera la lluvia mas intensa puede apagar.
La mejor intención que tienen sus besos son aquellos que no tienen intención de detenerse, jugueteando con la lengua, desbordando ríos entre sus muslos.
El radar me advierte del peligro, con la suavidad que se desviste ante mí, se estremece mi cuerpo entre las piernas, sabe agitarme el alma de pies a cabeza como el diablo lleva mis instintos al paraíso.
Su cintura cimbrea y su cuerpo se balancea al ritmo que imprime toda una tempestad de movimientos intensos, dulces y salvajes a la vez, fuentes de placer convertidas en manantiales.
Solo puedo oír sus gemidos estando a su merced, abriendo la caja de los sueños en eclosiones de medianoche y nada me parece mas hermoso, que encontrarme a usted, mujer de día, sumisa en mis noches.
Como un cortocircuito de gran intensidad mi cuerpo se electriza e imprime descargas en el vello de mi piel y mi corazón vuelve a latir con fuerza capaz de provocarla, complice de un atraco a sus íntimos sentidos.
Así mi piel naufraga en ese punto de su cuerpo prohibido donde navega una tormenta de erótica efervescencia.
No todo es sexo pero si toda pasión, es usted esa definición de mujer a la que puedo amar cada día durante seis meses, dos veces al año.
Esa mujer que de perder los besos los obtengo altamente multiplicados.
Jordi Etresi