El fuego ha calcinado
hasta el último recuerdo,
de aquella tarde triste
que a oscuras se quedó.
La lluvia se ha empeñado
en causar desconsuelo,
y el cielo se ha escapado
en busca de otro cielo.
Los ojizarcos gorriones
colmados de ilusiones,
revolotean hacia el sur
buscando tranquilidad.
Y un medieval guerrero
que ha perdido la batalla,
se muere por un instante
en los brazos del albor.
La oscuridad se alista
para una nueva conquista,
mientras herida agoniza
en los campos una flor.
La culpa es de aquella dama
noctívaga y errante
que se fue tras otro amante
a descubrirle su amor.
En las fauces del ocaso
se duerme la primavera,
de una promesa cualquiera.
Los árboles deshojados
por la crueldad del otoño,
se abrasan a una quimera.
Ya los babélicos faros
han apagado su luz,
y un marinero naufraga
en su barco de papel.
Con las alas quebrantadas
un gorrión quiere volar,
sobre la noche encrespada,
buscando un rayo de sol.
Un guerrero mal herido
se desangra sin cesar,
Y se escucha su clamor
en lenguaje medieval…
¡Si acaso halléis a la ingrata,
decidle que vuelva a mí!...