Heme aquí, tortuoso del olvido.
Como flor de niebla mis sueños
han deshojado. Cae la pesadilla
solitaria, como helado cielo.
Ah! Mi alma, tormento y espina.
El amor fue ave precipitada
sobre mi árido corazón acurrucado
entre espejismos y escarchas.
Heme aquí, herido por la piedra
de tu encono. Abejas mi pensamiento,
y la trémula impiedad me acerca
la lágrima desierta del desconsuelo.
Por el inquieto desvelo del llanto,
un racimo de heridas es mi pecho
y la ancha soledad me empuja
a un cardumen de padecimiento.
Tus verdes ojos eran el alba
y tus manos deshilaban el espanto
en las noches infinitas. Contigo era
inicio y fin la dicha sin descanso.
El pasado fue felicidad sin penas.
Breve hechizo tus mañanas
que avivaron el ardor de lo arcano,
cual milagro que vislumbraba.