Oigo
No veo.
Si oigo y no veo
la imaginación
toma las riendas.
Si veo y no oigo
la imaginación aferra
el timón si sé que a
lo que veo le nace
un sonido
Si veo, oigo y no sé, la
imaginación late quieta,
sin salir de su escondrijo.
Concluyo: La imaginación
llena los charcos con su lluvia
cuando el verdor del parque
se amarrona suspirando su
maná.
Pienso
No hablo.
Si pienso y no hablo
la imaginación me presta
sus alas.
Si hablo y no pienso
la imaginación aguarda a
que escampe.
Si pienso, hablo y no sé, la
imaginación brinca alborozada,
zapatea inasequible al desaliento
hasta llegar a puerto desconocido,
sin apenas volver sobre sus pasos.
Concluyo (para no cansar): Si no
viene a casa la imaginación la vida
lamentará cuan larga es.