Al mirarla de soslayo,
la rosa se marchitó.
Ladinas son sus maneras,
ponzoñosa su intención.
Hasta la sombra se aleja,
al sonido de su voz.
El mirlo sigue aleteando,
aunque se ericen las hojas,
ateridas por el frío.
Pico de oro, pluma negra.
De plata su grácil trino.
Como un violín su silbido.
El color de la emoción,
torna del rojo al marrón.
Salta del verde al azul,
de azul al amarillo.
Y se arruga el corazón,
si cambia al negro el color.
Vuelve la luz a la sombra.
La sombra encubre la luz.
Una destapa a la otra,
Y en ese baile sin fin,
Busca la luz a la sombra.
La sombra anhela la luz.
Muere la flor, nace el tallo.
La flor vuelve a renacer.
Mientras el tallo se estira,
buscando el amanecer.
Y la música del mundo,
nos deleita con su voz.
En su melodía infinita,
la Tierra grita sin voz.
Y las tensiones internas,
que revelan su dolor.
Anuncian graves tragedias,
si no prima la razón.
El noble mira de frente,
sin aviesas intenciones.
Limpia mirada sin mácula.
Con nitidez en su frente.
Brillan de pura emoción,
en su corazón latente.
Así al mirar a la rosa,
con ojos del corazón.
Se libera la emoción.
Que presa en su cerrazón,
se mantenía prisionera.
Oculta en algún rincón.
A.L.
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