Sentir el gran alborozo,
cada vez que la pupila
inquieta, del ser amado,
con intensidad nos mira,
cayendo así seducidos,
por ese nítido prisma,
que emite un haz fulgurante,
con clara luz diamantina,
que penetra el corazón,
lo enternece y lo domina,
es un momento glorioso,
¡Un regalo de la vida!
Son instantes especiales,
que candorosos cobijan,
a los seres que poseen,
un excepcional carisma.
Provoca siempre un suspiro,
al ritmo de fina lira,
que solo oyen los amantes,
pues son lindas melodías
que se mueven con el viento,
y fácilmente se anidan,
en almas en que cupido,
planta su tierna semilla,
y deja su marca eterna,
convirtiéndose en enigma,
que se lleva hasta la muerte,
como dulce fantasía.
Las flores suaves se mecen
al vaivén de la sonrisa
de la boca de aquel ser
que sin duda nos inspira,
y nos lleva por caminos,
donde no existen espinas,
solo bellas azucenas,
las que provocan las rimas,
sonoras y cadenciosas,
de amorosas poesías,
sobre esos enamorados,
que con pasión se conquistan.