Verano Brisas

LA SECRETARIA PERFECTA

Por razones de trabajo,

recién salido de la adolescencia

conocí hermosas y diligentes azafatas

(stewardesses o secretarias del aire).

Sobre los mares y en los puertos

fui atendido por otras no menos capacitadas

que hablaban varios idiomas

y realizaban sus labores con eficiencia admirable.

En embajadas y consulados del mundo

traté con damas cuya gentileza y alcurnia

serán difíciles de olvidar.

Al llegar a diferentes oficinas

de capitales y ciudades intermedias

fui atendido

por verdaderas representantes del gremio,

quienes detrás de sus modernos escritorios

me dijeron con elegancia y dulzura:

Buenos días, señor, ¿en qué podemos servirle?

Asimismo en los despachos

de ciertas dependencias militares

y algunas comunidades religiosas.

En los supermercados,

pomposos y medianos hoteles,

puestos de información,

centros comerciales,

agencias de viajes y en aeropuertos,

es decir,

en casi todas las organizaciones

donde un simple ciudadano como yo

puede necesitar algún servicio

con un mínimo de buena educación,

hallé siempre la sonrisa y el encanto

de una secretaria debidamente preparada.

Lo anterior para mostrar que la buena secretaria

puede estar en los sitios más inesperados,

con su discreción, amabilidad, pulcritud,

lealtad, dedicación, compañerismo,

responsabilidad y todo lo concerniente

a su imprescindible labor profesional.

Pero ahora que tengo la fortuna

de tratar frecuentemente contigo

en distintas horas y circunstancias del día,

por razones también de mi trabajo,

compruebo, lleno de satisfacción,

que lo vivido antes, siendo muy optimista,

es apenas una parte microscópica

de lo mucho que tú vienes haciendo

en esta oficina tan barroca y singular,

donde todos, hasta cierto punto,

dependemos de tus actividades.

Como si la jornada que realizas fuese poca

para sentir la necesidad de tu presencia

y el deseo inocultable de mirarte

con gratitud y alegría,

la vida resolvió –por ser lo justo–

darte lo que muchas mujeres no tuvieron

y anhelaron más allá de lo posible:

Una belleza vibrante y singular.