Sobre el bosque tupido la luna se paseaba,
lenta en la madrugada hacía su recorrido
un vientecillo frío jugaba entre las hojas
y un murmullo en congoja, cantaba el viejo río.
Helechos majestuosos bordeaban las orillas
pequeñas lucecillas brillaban en la niebla
farolillos en quiebra, luciérnagas furtivas
adornan la floresta como estrellas caídas.
Arboles se adormecen tras el inmenso fuego
que ha encendido el otoño, de colorido intenso
un aroma profundo, emana de la tierra
es la vida latente, que en la muerte se encierra.
Así al amanecer el cielo va aclarando
finos rayos de sol la sombra escudriñando
una lluvia finísima que se rompe en colores
sobre lágrimas vivas que dejara la noche.
Hora de magia y sueños, de duendes y de hadas,
de ángeles perdidos de vuelta a su morada,
Ángel maravilloso que muestras el camino
a ese lugar de paz, donde aguarda el destino.
Calma en el corazón, alivio a los desvelos,
al andar los caminos, apartando los miedos
soltando las amarras que nos fijan al suelo
y mostrando el amor en tus ojos de cielo.