Me recosté justo frente a ella,
y mientras dormía,
yo la analizaba, la veía.
Era mi madre; su rostro era.
Dormía plácidamente,
con sus párpados cayendo,
pesadamente.
Mientras sus sueños
la iban envolviendo.
Sin pensar en nada más,
yo me dediqué a idolatrarla.
Tal vez no lo sabrá jamás,
pero he pasado la noche en vela,
con el motivo de contemplarla.
Y viéndola a toda ella yacer,
me he dado cuenta de cuánto la necesito.
Que más allá de haberme otorgado el ser,
es ella el centro de mis razones,
por lo que vivo.
Querida madre: te vi dormir anoche;
y ahora me siento culpable,
porque suelo estar siempre a la defensiva,
y me molesta tu mismo reproche.
Pero hay tantas cosas que no te digo,
tantas verdades que aún no sabes;
por ello a los ojos casi nunca te miro,
porque me avergüenzo,
por el sin fin de cosas
que quisiera contarte.
Ayer observé dormir
a la persona que más amo,
y hubiera permanecido así hasta el fin.
Pensando en cuan vacío sería vivir,
sin ella durmiendo a mi lado.