Llegaste de repente
lucero del alba
con dulzura insolente
jurando que te esperaba.
Convencida de aquello
mi amor otorgue
a la proclamación y el destello
y a tu luz me entregue.
Como cada amanecer
de mi fuente bebias,
regresabas cada anochecer
sediento de alegrias.
Lucero del alba
a quien dedico mis besos,
dueño del alma
de este amor confeso.
...pero hay pena negra!!
al descubrir en un juego
que el que creía mío era
en otras ventanas ardía fuego.
El cardón que floreció
entre las espinas,
este amanecer padeció
sus dolorosas agonias.
Dejando una espera fría
un amanecer sin cielo,
sal de los ojos corria.
¡¡Que pena alma mía!!