Cada uno de nosotros hemos fabricado
un cementerio que difiere un poco de los demás
distinto es, de aquellos que conocemos;
como la última morada de nuestros caídos.
En este panteón nuevo, moldeado por nosotros mismos
creímos darle sepultura a sueños rotos, amores del pasado,
romances imposibles y deseos no consumados
pero a veces, almas errantes, desde este camposanto nos susurran.
Hay tantas cruces en esta necrópolis inédita
de lo que en apariencia ha quedado atrás
pero algunas ánimas han hecho que su voz
atraviese las dimensiones
pues han sabido alimentarse del recuerdo
entre cristales de nostalgia y decadencia.
Si, nadie puede negar
que hay un cementerio en cada uno de nosotros
y aunque nos neguemos a visitarlo o lo ignoremos por omisión
el destino nos emboscará tarde o temprano para internarnos en sus fauces.
No estaremos obligados a llevar ofrendas
pero las flores que instalemos en las criptas serán de imaginación.