Tengo tu rompecabezas corporal armado en mi mente, en las yemas de mis dedos, hasta en mi gusto y mi olfato... Y procedo a desarmarlo para ver si te me sales de la mente, de la existencia... Empiezo por tu pelo negro, por tus ojos negros, por tu boca de vino tinto, tu lengua de pétalo de rosa... Sigo con la cicatriz de tu barbilla, con tu cuello de algodón de azúcar, el que sueño con besar de nuevo... Salto a tus pechos firmes, son como almohadas para conciliar el sueño, en fin, sigo a tu ombligo, y claro, no puedo saltarme tu pelvis, y caigo en la caverna del deseo... Y sigo por tus cosquillosas rodillas y tus pies de seda... Y te desarmé en tan solo unas líneas negras, pero sigues siendo perfecta... Es la existencia de tu ser lo que me abofetea cada noche sabiendote lejana, ausente, en parte ajena.