alupego (Ángel L. Pérez)

DAME UNA LUZ MARINERO

 

Se fue perdiendo el respeto.
Cuantos más lujos tenía,
más primaba la ironía,
de sentirse satisfecho.
Y al quedarse prisionero,
del objeto que le abduce.
El hombre pierde su fuero.
La facultad de ser libre.

Rompe la aurora el secreto,
que celosamente guarda
la oscuridad de la noche.
La avaricia rompe el saco.
Que repleto de riquezas,
Por las costuras se marchan,
las cualidades auténticas,
succionando la belleza.

Camina el Hombre sin ver,
lo que alrededor ocurre.
Tan inmerso en su quehacer.
Que siendo no puede ser,
para lo que fue elegido.
Y así al caminar pensando,
que feliz es su existencia.
Se olvida de ser feliz.

Senderos del pensamiento,
que giran cual torbellinos.
Dando bandazos sin tino,
por los cautivos deseos.
Que a las riquezas unidos.
Sin rumbo viven vacíos,
de valiosos sentimientos.
Queda amputado el instinto.

Se quedo ronca la voz,
de tanto mirar adentro.
Secos se quedan los campos,
si el agua no ama su cuerpo.
Como áridos se van quedando,
los sueños, como desiertos.
Que perdidos en la niebla,
se estrellan contra el respeto.

Al abrazarse al objeto,
con semejante pasión.
Abrazan al opresor,
que se lleva sus derechos.
Y en una etérea burbuja,
de dulce sometimiento.
Vive el Hombre, enamorado,
de fútiles pensamientos.

Dame una luz marinero.
Que en tamaña oscuridad,
no se distingue lo bello.
A.L.
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