Barquito de remos sobre
aquellos momentos.
El niño que me habla
dentro me pide subir.
La mañana estalla sobre
el ventanal efervescente.
El niño boga con fuerza,
grita su espesa alegría de
dientes blancos.
El niño va sin rumbo, adonde
el pequeño oleaje que se
levanta le lleve.
El río que le sirve de cauce
remonta el Valle de la Nostalgia.
A ambos lados del lecho caballos
ahítos de yerba fresca miran
curiosos el tierno deambular.
El niño viste babi azul con botones
blancos, alguna mancha de tinta
asoma por entre la apariencia.
Ve bolsillos que rebosan colorines,
si acaso robados a la ausencia del
recreo.
El viernes es un buen día, cuando la
nota se pide discordante.
Golpea muros de ladrillo que desatan
volcanes acabados de nacer.
Busca hasta perderse el tiempo.
Consigue engañarse un solo segundo.
La aldaba que luce el muro se anuncia.
Alguien abre, se desliza hasta el aula
de la que parte el viaje.
La profesora abre la misma puerta de
entonces, para dar pie al milagro.
El niño sale de dentro para ocupar su
pupitre, y me mira sin abandonar el
alborozo general.
Es ella mi maestra, no han pasado
los años.