Vienes a columpiarte de nuevo
en esta hora vacía de nortes
donde descuelgas el brillo de tus ojos.
Trataré de quitarle segundos al momento
para no escuchar las palabras que succionan mi piel,
ésas que tus labios aran
con un sempiterno parálisis del corazón.
Llueven los minutos en una rota lejanía.
Apenas un momento
y las rodillas tiemblan con tu boca viva.
Nunca vas a estar
y vienes hilvanando noches.
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