La vieja terraza conserva prendidas
aquellas historias de dulces ensueños
que fueron las teas con luces de plata
que dieron a mi alma tan bellos momentos.
Surcaba los aires con tierna inocencia
mirando el camino con ojos inquietos
vestida de seda vendría la niña
con trenzas doradas de rubio cabello.
Camina sonriente con rumbo a la escuela
sus ojos brillantes parecen de cielo
de forma coqueta levanta su vista
dejando su rayo de hermoso lucero.
En una poltrona de mimbre tejida
sentado a mi lado se encuentra el abuelo
tocando mis hombros jocoso comenta:
¡Está enamorado mi joven mancebo!
Nacían las rosas, pasaban otoños,
corrían los años en alas del tiempo
del niño de antaño las huellas se pierden
y sigo esperando la niña del cuento.
Crepúsculos tristes cobijan las tardes
y llenan mis ojos de dulces anhelos
espero de pronto mirar la mocita
vestida de blanco que trenza mi sueño.
Y siento los vientos que azotan los campos
y escucho gemidos del olmo y del cedro
que aguardan pacientes sentir la fragancia
de aquella quimera con lindos destellos.
La fresca amapola se había marchado
envuelta en sus gracias de mágicos pétalos
y solo pensaba con rostro abatido
que nunca le dije mi amor tan intenso.
Un día de tantos regresa la fémina
y viene del brazo de gran caballero
sentí en mis entrañas un frío terrible
al ver en su rostro de amor el reflejo.
Bajé la cabeza tratando ignorarla
mi sangre corría con intenso fuego
mi cuerpo temblaba repleto de fiebre
lo estaban quemando la angustia y los celos.
Venía con falda de roja mezclilla
bordada su blusa con hojas de trébol
dolor infinito sintieron los lirios
aquella mañana tan fría de enero.
Con grande tristeza brotó mi murmullo
que dijo: perdiste guardando silencio
dejaste marchara tu grácil doncella
y ahora que vuelve su encanto es ajeno.
De aquellas memorias cubiertas de flores
tan solo me quedan sus pálidos velos
grabando en mi sangre con letra indeleble
aquellos delirios de amores primeros.
La vieja casona se encuentra destruida
cubrieron sus prados los cardos y cierzos
y siempre que llego me quedo mirando
con ojos nublados el viejo sendero.
Autor: Anibal Rodríguez.