Desde la primera vez que supe de ti, sabía que las tenía de perder.
Más lo intente, aún con mis miedos e inseguridades.
Me detuve y lo único que pude hacer fue sentarme a lado tuyo.
Fue hay donde todo fluyo, tu diste el segundo paso.
Desde aquella noche todo cambió.
Meses después estábamos acostados en tu cama, con nuestras manos entrelazadas en la oscuridad de la habitación dudando de nuestra propia existencia.
Conectamos como nunca.
Dime si no soy el único imbécil que sentía que había algo más entre nosotros.
Algo difícil de explicar, tan fuerte, más fuerte que el propio amor.
Dime que no era el único que sentía aquello, cada que nos mirábamos, cada que nos acariciabamos, cada que nos besabamos.
Por favor dime que no era el único imbécil que sentía eso.
Nuestras almas rotas conectaron, aprendimos tanto del uno y del otro.
Las coincidencias eran más que perfectas.
Parecías ser eso que tanto había anhelado, eso que había esperado.
Dime que no era el único iluso que sentía eso.
Dime que no fui el único que sintió esa conexión sobrenatural.