El tiempo es un camino que va creciendo
dentro de nosotros como un río caudaloso,
su trayecto se va perdiendo entre las rocas
y nunca podremos volver a caminar.
Es tan hermoso como lo que vivimos,
resulta grato envejecer viviendo.
Día tras día el sol abre los capullos de la flor
y aunque nuestro cuerpo se gaste
reina un jardín en nuestro alma
donde la luna brilla en sus piedras
durante la noche.
Envejecemos, se arruga nuestra frente
pero debemos regar las flores de nuestro jardín interior
para que florezca nuestro amor
y permanezca hasta que caiga la última cana
mientras el río abundante corre.