Regresar a los mismos labios
y al mismo paisaje,
llegar a la misma sonrisa
que obsequió,
sin sonrojo,
su tranquila blancura;
volver a la voz,
a la boca deseada,
al abrazo,
ir de nuevo con las
inquietas ganas
de la primera vez,
reconocer el cabello
por su olor,
la tarde acurrucada
en los ojos,
los pasos por la prisa,
el cuerpo por su calor,
el amor,
por las palabras
aún no escritas,
y reconocer,
que no es regreso,
que jamás saliste
de aquellos besos.
Eduardo A. Bello Martínez Copyright 2018