Aunque no soy creyente
y me tienen sin cuidado los asuntos religiosos,
por un beso de tu boca cantaría
ochenta salmos con el Gloria tibi Domina.
Por repetir ese beso entre tus brazos,
diría con devoción siete mil Ave Marías.
Por la primera caricia, setenta y ocho Salterios.
Por una adehala agregaría
innumerables veces O Gloriosa Domina.
Por el botón de tu ombligo,
donde mi lengua intuye los aromas del jardín,
rezaría de rodillas Alma Redemptoris Mater.
Por esa rosa entreabierta, palpitante y cálida,
que guardas no tan secretamente
entre tus muslos de reina,
gritaría con todos mis pulmones,
durante la noche que así me regalaras:
¡¡¡Ave Santtissima María!!!