Adivíname
Rosa malvada, traicionera del espacio,
insoluble bestia del jardín de la memoria fragmentada.
Adivíname ahora: ¿Cuántos peces nadarán por las arterias del
reloj sin recuerdo que se embriagó de silencio en el oscuro
vértigo de tu vestido?
Adivíname ahora: La luz de los fantasmas infantiles de tu
sonrisa de arpegios horizontales.
Y por favor, apresúrate con tu sombra de pájaros indecisos y
dile al sol que no me asuste, con sus discursos obsoletos,
carentes de estrellas fugaces y de filosofía Maya.
Y dile al mar que no le temo a su dentadura de piedra,
tampoco a su cuarzo de arena simbólica, y mucho menos a sus
corales de petróleo quemado.
El verso esquivó los collares de tu bendita sabiduría,
y la música sensacionalista de tus hombros encogidos,
se perdió en los callejones de la impudicia.
La metáfora fue mi amiga.
Y tu confusa compañía, que tantas veces invadió mi soledad,
que tantas veces me atrapó por las noches, seduciéndome a
participar, en unos sueños de serpientes sin cabeza.
Hoy me pide una oportunidad de manecillas diminutas.
Porque, además, y en múltiples ocasiones, tu compañía siempre se
tornaba, agria, absurda, hostil, impura, turbia y dudosa.
Recurriendo innecesariamente al alfabeto ambicioso y vicioso,
de los celos.
Acorralando y mutilando, el bienestar del vino de mis placeres.
Que esta vez, delató tu estirpe de conejo y tu conciencia de
caoba.
Porque hace más de diez siglos, las momias de tus espejos,
pusieron en ridículo a los fantasmas de mi espíritu sin alma.
Y hoy. Tus fantasmas, mis fantasmas. Me ruegan y me piden que
adivine el sol de tu amarga amargura.
Para que así, puedas adivinar el enjambre postizo...de mis pupilas
vencidas.