Neury Luciano

AdivĂ­name

 

 

Adivíname

Rosa malvada, traicionera del espacio,

insoluble bestia del jardín de la memoria fragmentada.

Adivíname ahora: ¿Cuántos peces nadarán por las arterias del

reloj sin recuerdo que se embriagó de silencio en el oscuro

vértigo de tu vestido?

Adivíname ahora: La luz de los fantasmas infantiles de tu

sonrisa de arpegios horizontales.

Y por favor, apresúrate con tu sombra de pájaros indecisos y

dile al sol que no me asuste, con sus discursos obsoletos,

carentes de estrellas fugaces y de filosofía Maya.

Y dile al mar que no le temo a su dentadura de piedra,

tampoco a su cuarzo de arena simbólica, y mucho menos a sus

corales de petróleo quemado.

El verso esquivó los collares de tu bendita sabiduría,

y la música sensacionalista de tus hombros encogidos,

se perdió en los callejones de la impudicia.

La metáfora fue mi amiga.

Y tu confusa compañía, que tantas veces invadió mi soledad,

que tantas veces me atrapó por las noches, seduciéndome a

participar, en unos sueños de serpientes sin cabeza.

Hoy me pide una oportunidad de manecillas diminutas.

Porque, además, y en múltiples ocasiones, tu compañía siempre se

tornaba, agria, absurda, hostil, impura, turbia y dudosa.

 

Recurriendo innecesariamente al alfabeto ambicioso y vicioso,

de los celos.

Acorralando y mutilando, el bienestar del vino de mis placeres.

Que esta vez, delató tu estirpe de conejo y tu conciencia de

caoba.

Porque hace más de diez siglos, las momias de tus espejos,

pusieron en ridículo a los fantasmas de mi espíritu sin alma.

Y hoy. Tus fantasmas, mis fantasmas. Me ruegan y me piden que

adivine el sol de tu amarga amargura.

Para que así, puedas adivinar el enjambre postizo...de mis pupilas

vencidas.