El silencio de la nada
Recordando las voces que ruegan
Que persistentemente suplican
Al sufrir su cruel castigo
Porque no pueden dar contigo.
Solo quiero que mis sueños te alcancen
Que las luces nunca se apaguen
Que dulcemente me abracen
Que las sonrisas encendidas solas se entreguen.
Que sobrevivan las bondades
En la oscuridad de las maldades.
Que las falsas y amañadas falsedades.
Persigan a las legítimas verdades.
Desde el silencio de la nada
Se escucha un coro de voces sin voz
Implorando por la pasión silente y callada
En la noche discurren los pensamientos vanos.
Que sobrevivan las bondades
En la oscuridad de las maldades
Que las falsas y amañadas falsedades
Persigan a las legitimas verdades.
El recuerdo de la memoria es largo
Y es corto el sentido del olvido.
Solo yo me encuentro perdido
En medio del desierto extenso y en letargo.
No son infinitos los ruegos del alma
Ni los momentos de la vida calma
Solamente persisten las huellas
Cuando la obstinada persistencia calla.
La Ilustran las voluntades de sobrevivir,
Cuando hay que elegir para ser feliz
Y para ser feliz hay que vivir
Y olvidar que no existe la palabra infeliz.
A la oscuridad de las malas intenciones
Persisten los inquietantes colores.
Sobrepasan las sensaciones
Y resisten las tentaciones.
Las inocuas percepciones algunas veces
Nos traen pequeñas luces
Que nos recuerdan las imágenes
Del pasado que fueron vanas expresiones.
Te veo perdida entre una multitud
Que caminan llenos de inquietud
Plegados de la virtuosa virtud
Y alejados de la desleal ingratitud.
Recuérdame buscarte entre las nubes cansadas
Venciendo las ilusiones perdidas
Y las esperanzas vencidas
Que quedaron entre las cartas marcadas.
Viajando por los senderos desconocidos
Buscando caminos extraños
Unos demasiados anchos
Y a veces, otros muy angostos.
Autor: Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú.
Derechos Reservados.