Creces a mi costado
como una inesperada caricia
sin orillas.
Estoy aprendiendo
la pedagogía sin fin
de tu mirada,
la misma que me ata y me desata
a los espejos
esquivos del silencio.
Tus miradas sostienen
mi cintura, donde se enfrentan
el aire del amor
y el aire de la nada.
Donde tu voz desvela
tanta quietud sonora
sobre mi cuello,
en cada camino desconcertado
donde persisto
-desconcertada también-
contigo siempre.