Luis E. Calderon Romero

Amor escondido

En el lecho alquilado parecía que dormias.

En un rincón del cuarto, la cortina entreabierta.

Y la luz de la tarde, penetrando por ella,

a tu cuerpo desnudo, le tallaba facetas.

 

La luz te matizaba con un baño de cobre.

Los vellos de tu abdomen, eran llamas erectas.

Tus senos juveniles, carne-luz, carne-sombra

dos montañas umbrías, con medio sol a cuestas.

 

Ascendió mi mirada buscando tu cabeza.

La luz se conjugaba en tus dientes de nácar

y mil constelaciones en ellos fantaseaban

como astrales leyendas viajando sin distancias.

 

Tus párpados cerrados.-Tus pestañas hervían.

Incontables luciérnagas de plata revolaban

y a un lado de tus ojos los átomos nacían

de dos lágrimas puras, luz pura de tu alma.

 

Yo te besé en la frente y te dije: Te quiero.

Te abracé con angustia y me amastes con ansia.

Después te pregunté:¿Por qué lloras, mi cielo?

Y tu me contestastes: Lloro por mi esperanza.