¡Dime!, sabré realmente en que medida
aquel primer encuentro en primavera;
fue sueño o recordar una salida
o un rumbo donde un ciego se libera.
Comienzo de tormenta repetida
o ingesta liberal y borrachera.
¡Dime! La ruina llega hasta tu calle
la cañada, los grillos, la espadaña,
buen refugio nocturno que detalle
que traen a ti hambruna y la cizaña.
Y el día en los albores de la calle
atrae a ti la iglesia que acompaña.
¡Dime!, cuanto acontece en tu vacío,
primavera de tu cerezo rosa
y la flor pretenciosa del rocío
la veo que calla fría y silenciosa.
Como mármol tallado, duro y bravío
que asemeja la efigie de una Diosa.
- Dime!, sigue la traza de tu vela
en tu falda que aún la veo en vuelo
con el cuerpo sutil de una gacela,
en esa boca muda sin consuelo.
Que parece soñar y me encarcela
con que dolor me hace hacer tu duelo.
¡Dime!, aunque no llegues al final
en el último andén, hincado quedo,
junto a ti en este rumbo demencial
donde acudí y te hablé con mucho miedo.
Te zaherí, grité hasta el fin igual,
y aún no sabes bien adonde quedo.
¡Dime! fatal amiga el tiempo vuela,
cada promesa tuya sin un beso
sin la palabra tierna que desvela
y por ese silencio sigo leso.
Habló tu boca que me dijo... cela,
y mi labio cerrado quedó preso.
Claudio Batisti