“Ya no puedes luchar más”, me dice l razón. “Yo sé que puedo”, me dice el corazón; los escucho a ambos y a ninguno a la vez. La razón me reprende cada vez que me lastiman de nuevo, cada vez que derramo una lagrima…, y mientras tanto el corazón continúa obstinado creyendo que puedo solo, que puede con todo.
Estoy cansada… este debate interno es demasiado, llevo tanto reprimiendo y ocultando todo lo que me afecta que es como si en cada exhalación se me fuera la vida, tengo un corazón tan acostumbrado a que lo lastimen, a que lo tomen de chiste, a que lo usen y luego lo desechen, a que le quiten los sueños e ilusiones.
Si puede parecer que tengo tendencia masoquista y probablemente es asi no sé cómo remediarlo no tengo la fuerza para hacerlo. Al principio dolía, se quebrantaba, se hacía pedazos; con el tiempo se quedó hecho pedazos, se acostumbró al dolor. Mi corazón es testarudo pues prefiere estar lleno de heridas, miedos, magulladuras, pero prefiere eso a que sea el de otros el que se lastime quiere ayudar a todos y se entrega con facilidad.
Duele…, cada vez que las personas que se supone deberían sostenerte te hieren y recuerdan lo que aprendiste a golpes e insultos me rompe el alma.
Quisiera ser egoísta dejar de lado los deseos de los demás y centrar me en los míos, hablar de lo que siento de todo lo que me guardo, pero si hay algo que mi corazón no quiere soportar es los comentarios sardónicos e hirientes cargados de cinismo, no quiere pasar por eso de nuevo.
Es difícil…, es condenadamente difícil reparar tu corazón y velar por el cuándo cada vez que lo intentas te hacen sentir como un monstruo insensible que solo piensa en sí mismo cuando ha entregado todo de sí sin pensar un minuto en él, cuando no soporta no dar todo por otro, aunque esa persona le hubiera lastimado ¿Enserio es tan malo querer pensar un momento en mí?