Aquella tarde de verano,
en el prado verde
que nuestro pueblo rodeaba,
te regalé una flor blanca,
de nieve...
Tú reías,
yo, lloraba.
Tú eras una mujer,
yo un niño
que por ti suspiraba...
Y secaste la lágrima
que rodaba en mi mejilla;
bajaste los ojos, sonrosada,
y dijiste
que nunca me olvidarías.
DERECHOS DE AUTOR PATRICIA PALLE