Escribiré con sangre y promesa
todas las caricias que os debo,
en el fin de los tiempos aciagos.
Las paredes de esta habitación
anhelan los susurros de mi oniria mental,
anhelan los pensamientos donde estás tú,
sonriente y feliz.
Y aquí estamos,
después de las tempestades del miedo,
de lo que amedrentaba nuestros corazones,
nuestra vida, unida va de la mano
divagando escritos con pinceles en aquella obra de arte;
nuestra obra de arte,
la que va, de color púrpura
con dos esencias de luz pura;
una azul, como el topacio oculto en los confines del mar,
y la otra de color blanca, escondida en las nubes de las alturas.
Constelaciones de memorias que brillan, silentes
en plena oscuridad del vacío,
cuando ambas pieles queman de fulgor,
explosiones de colores amalgan las paredes de la inocencia.
Y sin embargo lo único que nos queda
es un abrazo del destino sonriéndonos a pesar de la oscuridad,
juntándonos, tu y yo, de entre los mortales,
solo caricias y besos fundidos en la pureza del amor,
aunque de pecados se llene el alma, de necesidades actúe
nunca será lo esencial, lo real.
Aquello tangible es el beso, las caricias, el amor;
eso realmente es importante.
Estar ahí para mi ser amado.
Sin intereses de por medio.
Solo, amor verdadero.
Sin cadenas, sin cegueras.
Tu y yo, juntos sin un final.
Entonces escribo con mi sangre y mi promesa
que por mas caminos oscuros existan
te guiaré por la luz,
la luz de las estrellas que tanto nos gustan,
ellas serán testigo
de lo que realmente significa nuestro amor,
aunque el alma se rompa si no estas conmigo,
aunque la desesperación tenga la victoria,
yo voy a estar ahí al final del día,
y aunque dudes de mi palabra o no la creas
no importará,
porque la promesa ahí estará,
y la sangre pactada entre mares y nubes
me recordará al viento
lo mucho que te amo
en las distintas formas de expresión
que un humano y el amor
puedan llegar a comprender.