Siento en mis ojos agua, que me hace ver incorrectamente, todo se ve disperso y empapado, como si el beso sereno del rocío, se posara en mí durante las madrugadas, y me dejara saber que siempre estoy sola.
Algo brilla tras las cortinas de melancolía, hay un exquisito olor a limones y café; el tiempo ha volado desde que desperté pensando en que jamás he sido capaz, ya van dos horas, y el sueño me sabe amargo, y el insomnio parece ser obstinado y coqueto.
La decepción es sangre espesa saliendo de mis fosas nasales, casi cuajada, con sabor a hierro, y angustiada por lograr un respiro, olvido que me detesto, y la paz es dual: instantánea y mentirosa. Ya ha pasado una hora más, el frío me halaga los ojos agobiados. El sueño es mi confianza ausente.