Fuiste como otra cualquiera,
En mi mundo tan finito,
Estabas, como si no estuvieras,
Como una voz, dentro de mil gritos…
Inadvertida con tu sonrisa,
Insospechada con tu mirada,
Irreverente como la brisa,
E imponente como cascada…
Frente a mi estuviste -sin saberlo-
Porque te tuve -sin valorarte-
Soportando mil noches de desvelo,
Esperando, que pudieras perdonarme…
Y después de años, bastantes,
Frente a mí estabas de nuevo,
Tantos años, así de angustiantes,
Pagando mi deuda, sin tener consuelo…
Porque te vi, y no me recordaste,
Penetrando, en mi alma tus palabras,
Aunque bien merecido el contraste,
Como inmerecido, cuando me alababas…
Finalmente me perdonaste,
Y Tal vez sin saber quién era,
Aunque ahora, es dulce ese contraste,
Recibiendo el perdón, como si no existiera…
Ahora yo soy esclavo, de tu mundo finito,
Estando aquí, como si no estuviera,
Sintiéndome solo, dentro de mil gritos,
Siendo tu ahora, la que me llama cualquiera…
No podría culparte por olvidarme, lo acepto,
Porque es merecida esta parte de mi historia,
Con el mas profundo de mis lamentos,
Muriéndome en tu olvido, pereciendo así mi gloria.
ARTURO DOMINGUEZ.
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