Estaba en una aldea llena de penumbras,
Sin saber diferenciar el día de la noche,
Para mí era todo igual, nada relevante, nada ni nadie tenía utilidad.
Me volví egoísta y amargado, no me quería levantar, mucho menos afeitar.
El destino cambió, una tarde, como era de costumbre, salí a buscar felicidad, mejor dicho a investigar que era la felicidad, caso difícil de resolver pero no imposible.
De lejos vi una luz, me fui a cercando y seguía viendo luz, no habían sombras ni oscuridad que la opacara, era ella, esa persona tan especial, ese ser luminoso que me llevó de viaje a conocer la felicidad y aún no he vuelto...no quiero despertar.