No sabia que tu estabas,
Pero al caer la noche
Sentí tu presencia
En medio de la jungla,
Te hallé pensativo,
Solitario como siempre,
Tan solo una palabra
Hubiera bastado aquella noche
Pero no,
Reanudaste tu marcha,
Camino del bar, el frío
Heló hasta los huesos, cuando
Un corazón galopante
Reavivo la hoguera,
Pronto el ligero vibrar
De lo ya conocido, y amado,
Reveló tu presencia,
A escasos metros
En un rincón de aquel recinto
Sentado a la mesa,
Café por medio,
Sumergido en la tristeza,
Mi alma te observó largamente,
Mientras que en tus ojos
Pequeños cristalitos
Asomaban presurosos
A humedecer tus mejillas